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martes, 25 de diciembre de 2012

UN ABRAZO PARA TODOS:

         Hoy que cumplo medio siglo , me he asomado a la ventana y el cielo me ha regalado una nube con forma de palacio mas, cuando he dejado caer mi mirada, la distancia entre el cielo y el infierno no ha sido nada significativa. En menos de un segundo "he bajado de la nube" al observar como dos personas sacaban del contenedor que hay frente a mi casa, los restos de una noche de fiesta sólo para algunos...
                              

viernes, 21 de diciembre de 2012

ELEGÍA



No hallo rocío en las hojas,
ni el aire de los pájaros que no hay.
Ningún país, ciudad, calle…
Únicamente tierra:
la tierra de tu imposible,

Y el mar no se aparta,
y los peces y el pan no se multiplican,
en esta tierra turbia
donde vuelan las cenizas sin ave,
donde
             no hay más Demonio
ni más Dios que tu recuerdo.

Sólo a veces, cuando la noche ofrece
en plenilunio tus entrañas,
me engaño en el clímax
de esos días que no         alcanzo.

Y en cada despertar:
anhelo el algoritmo de tu vuelta.

jueves, 20 de diciembre de 2012

ANTE MORTEM




Soy ese pez que aletea inútilmente
junto al mar donde forjó sus recuerdos,
y averigua la arena en sus escamas.

Aun cuando sé que los muertos no sueñan,
tengo las pesadillas de los muertos;
y en mi calle que yace en la ventana
convive: esta Luna llena de máculas,
la memoria del Sol en las farolas,
y una noche que azora la ciudad.

lunes, 10 de diciembre de 2012



NOCTURNO


Ahora estoy seguro:

Sé que están aquí
los minutos que volaron
tras el cuco del reloj,
los deseos sin collar
que como dientes se clavan.
Y existen ratas
que comen trapos sucios
con cuchillo y tenedor,
trajes de tela de araña,
cárceles sin barrotes,
Alicia sin maravillas,
el olor de las flores muertas
y vivos resucitados.

Y aquí me busco,
y aquí me encuentro:
soy ese desconocido
en el que olvido cada noche.

Ahora estoy seguro.

jueves, 6 de diciembre de 2012

NOCÁUT



Aunque el mundo
se me cae fuera del mundo:
cada cual continúa en su silla.

Y siento penetrar en mi pecho
el frío suelo de este ring.

martes, 4 de diciembre de 2012

RELATIVIDAD

Aquella lápida provisional y el cemento rápido sellaron algo parecido a un adiós. Comenzamos a desfilar delante de tantas fotos anónimas y palabras de distinta calidad de piedra. Tuve la certeza de que sólo fuera de allí subsiste la auténtica soledad. Mientras, alguien hacía reflexiones en voz alta sobre el partido que en media hora transmitían por la tele.

lunes, 3 de diciembre de 2012

DE CERO A INFINITO (Fragmento).


Por una de las puertas entreabiertas pudimos divisar una estancia con un color intensamente propio del lugar. Un portón partido en dos hojas verticales y entreabiertas invitaba a asomarse. No hizo falta. La imagen se nos quedó en el cuerpo. Un olor de hogaza y de esparto se mezcló con el que salía de la puerta contigua que nos decía que algún equino habitaba dentro y nos transportó al tiempo en el que la torre y la ermita sonreían. Más de cien años y otros cuantos se disponían a cenar dentro de dos seres marcados por la vida, de tal forma que ésta los había dejado labrados y trabajados de arriba abajo, con excepción de una zona en barbecho continuo que eran sus mejillas. Parecían decirse todo con la proximidad que les ofrecían los escasos metros del cobijo. Ella le decía que estaba poco hablador. Él le contestaba diciendo: parte pan. Al rato ella reclamaría de nuevo su atención interrogándole por su silencio. Él de nuevo y con esa parquedad de palabras, le contestaría: trae la bota.
El botijo apuntaba a una perilla que colgaba sobre un hilo de la luz enroscado y parecía dispuesto a disparar sobre una mosca que se desplazaba por el mismo oteando las viandas. La boina se encontraba enganchada en lo alto de la silla como queriendo arropar a su dueño en todo momento. El garrote apoyado sobre la pared y preparado por si su dueño le requería. El mantel a cuadros mostraba el paso del tiempo. Algún pedazo del mismo, potenciado más si cabe por la pobre iluminación, sufría tal mimetismo con el color de la madera de la mesa que parecía haber sido absorbido por la misma. Un calendario con la foto de unas cataratas, que seguro les recordarían el salto de agua de la fuente del Señor, contrastaba con el cántaro que debajo parecía nutrirse de la abundancia del líquido elemento que de arriba caía. La foto del servicio en Sevilla, junto a la de sus dos hijos cuando la torre sonreía, les decía que hasta dentro de unas fechas el pan y el embutido de la jarra no podría compartirse con el único de los dos que todavía se movía de vez en cuando por allí. Las cuerdas que junto a la madera daban forma a las sillas conseguían tal curvatura que parecían dotadas de una elasticidad que les permitía, más que soportar el peso, acariciar a los dos ancianos. Acariciando los años y la soledad. Rellenando los huecos en la piel y en el alma. Atando los sinsabores y conteniendo la rabia de los años de trabajo en la sierra. Sierra gris que ocultaba el rojo del que su primogénito pintó aquella mañana de los cuarenta, cuando un pedazo de chatarra le estalló en las manos y le hizo ocupar más espacios de los que su corazón podía resistir. El frente volvió a cobrarse otra vida. No fue la única, pero ese rojo se mezclaba con el ambiente. Esa mezcla es lo que respiraban los dos ancianos. Hasta aquella mañana la felicidad viajaba en paralelo al duro trabajo que debían desarrollar para ir tirando. Las enfermedades y la guerra les habían respetado hasta el momento, por lo que eran una humilde pero feliz familia.
La mañana en que Pepico miró desde la sierra a su pueblo por última vez, su padre le dijo que se olvidara de la chatarra, que lo que deja la guerra tras sí sigue siendo muerte enlatada. Que ayudara con los animales y que dejara en paz la chatarra. Pepico recordó esto y le dolió lo que iba a suponer para los suyos. Se quedó mirando al pueblo. Vio a sus padres y a su hermano Alfredo en un pasado feliz. Todo se le volvió rojo. En la caída al otro lado, pudo ver como la torre ensanchaba su estructura en un ademán de impotencia, por no haberle podido avisar con un toque de campana del peligro que corría tras él.
Desde aquel día el padre pasó a ser abuelo, un abuelo que cuidaría los recuerdos igual que cuidó del hijo. La madre aprendió a llorar a escondidas para no hacer sufrir más al marido. El hermano quiso ocupar aquel vacío en el corazón de sus padres, pero su corazón no quería latir tan cerca del recuerdo y se marchó fuera a trabajar. Un obús mató a Pepico y dejó heridos de muerte a los suyos. La chatarra de guerra no tiene bandos. Seguro que se moría igual independientemente del bando que hubieras apoyado en la contienda.
Las palabras de hace años rebotaban entre las modestas paredes y de vez en cuando, con el sueño y algún trago de la bota confundían al viejo, creyendo éste oír la voz del mayor arreglando a las caballerías en la cuadra.
Todo esto lo pudimos ver en un momento y nos dimos cuenta de lo importante que es cada segundo. Cada instante cuenta y contará. Todo pasa y todo queda.
 Eran sus vidas duras pero felices hasta aquel día en que la sierra y la chatarra llamaron al hijo para siempre. Después la cabeza no pudo pensar en otra cosa y se acabaron las palabras, menos las del hijo que rebotan y rebotarán para siempre dentro de sus vidas.
Al caer al otro lado, los que se marchan nos dejan todo lo que vivieron con nosotros, pero también nos obligan a completar ese montón de escenas sin guión que muchas veces nos cuesta interpretar y que, por muy bien que quieran salir, siempre al mirarlas nos faltarán protagonistas.
Recordaremos siempre a aquellos ancianos que seguramente están dejando de ocupar esos sitios pero cerca de Pepico, sin darse éste ya cuenta que se marchó por chatarra para ayudar a la familia y dejó a los suyos más deshechos que su ser. La casa ya no ha vuelto a ocuparse desde que faltó la anciana. El hijo está en Francia. Muchos perros y gatos, también muchos niños chicos cuando pasan por la puerta sonríen y nosotros pensamos que escuchan a Pepico y a sus padres hablar en todos los ratos que pasaron juntos.

ANHELO


Que el sentido común sea el más,
y la marejada del hombre acabe,
y alcance éste la costa de aguas límpidas
que los niños sueñan en sus dibujos.

Que los espejos se arruguen despacio
y no rompan clavándose en los días.

Que las tardes anden de la mano
para alejar la soledad del lecho
donde se aman la luna y el alba.

Y nazca a diario el Sol del designio
donde hiberna escondida la utopía.


        TODO ESTÁ AQUÍ



Decís que me encontraba en coma,
mas sé ahora que estuve muerto.
Os confieso
que no percibí la ausencia,
ni la tan temida soledad;
sonido, silencio; sombra, luz. Nada:
como no nacido hasta esta resurrección.

Es sólo de los vivos el cielo,
ahora lo sé,
genuino santuario de toda circunstancia.