ALLÍ DONDE MUEREN LAS PARALELAS
Las paralelas viven un amor imposible,
anhelando un punto en común
que la equidistancia impide.
Dotadas de ojos, carentes de manos,
tan cerca
y a la vez tan lejos.
La contemplación de un amor platónico
es un sucedáneo que durante el día
les resulta útil. Aunque no suplirá al tacto
que a las paralelas
roban, en el plano, las rectas secantes.
En el lecho sueñan
que se atraviesan sus trazos
por ese punto infinito que brinda la noche.
Y dormidas, buscando un instante de clímax,
un parto de ángulos, acaban doblándose.
En los cruces y en las curvas
del noctámbulo camino de sus líneas,
encuentran el amor al tiempo que mueren
todas las rectas paralelas.